LectuCuentos 

La lectura de cuentos  permite ir desarrollando en los niños competencias comunicativas, argumentativas, interpretativas, que serán luego la pauta para el desarrollo de habilidades fundamentales en su constante interacción con un mundo en el que es necesario tener la capacidad de leer, escribir, hablar y escuchar . 

LA NIÑA DE LA AVES 

En un pequeño pueblo al sur de la gran ciudad vivía Camila, una hermosa niña cuya cabeza estaba coronada por una abundante y ensortijada cabellera negra, que solía dejar libre para que jugara con el tibio viento que soplaba en primavera.
Cada día se la veía por ahí, brincando y jugando en los senderos del parque, o lo que quedaba de él, pues ya casi no tenía árboles. 

En un pequeño pueblo al sur de la gran ciudad vivía Camila, una hermosa niña cuya cabeza estaba coronada por una abundante y ensortijada cabellera negra, que solía dejar libre para que jugara con el tibio viento que soplaba en primavera.
Cada día se la veía por ahí, brincando y jugando en los senderos del parque, o lo que quedaba de él, pues ya casi no tenía árboles.
Unos hombres habían llegado de la gran ciudad para llevárselos y sembrarlos en sus parques y avenidas, ya que, según dijeron, una nube negra de contaminación había matado los que tenían.
Una soleada mañana Camila caminaba tan distraída con sus fantasías que no pudo notar el aleteo de una alondra que, suavemente se posó entre sus crespos cabellos, creyendo tal vez, que se trataba de un cómodo nido.
Sólo se dió cuenta que estaba acompañada cuando escuchó un leve silbido que susurraba en sus oídos con el musical lenguaje que tienen las aves.
Al comienzo se asustó un poco, pero luego entabló conversación con entusiasmo. La tierna alondra le confesó que, a causa de la escasez de árboles dónde construir un nido, decidió aterrizar allí.
Desde aquel día el pajarillo se quedó a vivir en su cabeza, pues se hicieron grandes amigas. Y aunque la gente que pasaba a su lado la miraba sorprendida sin entender, pues la veía hablando sola, ella era feliz compartiendo con su alada compañía todas las fantasías y sueños que algunos adultos no podían comprender. Y ese secreto que sólo los niños de espíritu y las aves conocen muy bien:
Que de los niños y las aves es el reino de los Cielos. 

EL CONEJITO SOÑADOR 

Había una vez un conejito soñador que vivía en una casita en medio del bosque, rodeado de libros y fantasía, pero no tenía amigos. Todos le habían dado de lado porque se pasaba el día contando historias imaginarias sobre hazañas caballerescas, aventuras submarinas y expediciones extraterrestres. Siempre estaba inventando aventuras como si las hubiera vivido de verdad, hasta que sus amigos se cansaron de escucharle y acabó quedándose solo.
Al principio el conejito se sintió muy triste y empezó a pensar que sus historias eran muy aburridas y por eso nadie las quería escuchar. Pero pese a eso continuó escribiendo.
Las historias del conejito eran increíbles y le permitían vivir todo tipo de aventuras. Se imaginaba vestido de caballero salvando a inocentes princesas o sintiendo el frío del mar sobre su traje de buzo mientras exploraba las profundidades del océano.
Se pasaba el día escribiendo historias y dibujando los lugares que imaginaba. De vez en cuando, salía al bosque a leer en voz alta, por si alguien estaba interesado en compartir sus relatos.
Un día, mientras el conejito soñador leía entusiasmado su último relato, apareció por allí una hermosa conejita que parecía perdida. Pero nuestro amigo estaba tan entregado a la interpretación de sus propios cuentos que ni se enteró de que alguien lo escuchaba. Cuando acabó, la conejita le aplaudió con entusiasmo.
-Vaya, no sabía que tenía público- dijo el conejito soñador a la recién llegada -. ¿Te ha gustado mi historia?
-Ha sido muy emocionante -respondió ella-. ¿Sabes más historias?
-¡Claro!- dijo emocionado el conejito -. Yo mismo las escribo.
- ¿De verdad? ¿Y son todas tan apasionantes?
- ¿Tu crees que son apasionantes? Todo el mundo dice que son aburridísimas...
- Pues eso no es cierto, a mi me ha gustado mucho. Ojalá yo supiera saber escribir historias como la tuya pero no se... 

El conejito se dio cuenta de que la conejita se había puesto de repente muy triste así que se acercó y, pasándole la patita por encima del hombro, le dijo con dulzura:
- Yo puedo enseñarte si quieres a escribirlas. Seguro que aprendes muy rápido
- ¿Sí? ¿Me lo dices en serio?
- ¡Claro que sí! ¡Hasta podríamos escribirlas juntos!
- ¡Genial! Estoy deseando explorar esos lugares, viajar a esos mundos y conocer a todos esos villanos y malandrines -dijo la conejita-
Los conejitos se hicieron muy amigos y compartieron juegos y escribieron cientos de libros que leyeron a niños de todo el mundo.
Sus historias jamás contadas y peripecias se hicieron muy famosas y el conejito no volvió jamás a sentirse solo ni tampoco a dudar de sus historias. 

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